¿Que harías si tu hermana gemela te robara tu vida?
¿Y si ahora ella es tú y no eres nadie?
Pues eso me ha pasado a mí...
Hola, soy Summer Brooks una fanática de Sum 41
que son los responsables de que mi vida
tenga una banda sonora. Si quieres llegar a
odiar tanto a mi hermana como yo, entra en
la ipod-vida de Summer Brooks.

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sábado, 25 de diciembre de 2010

Capítulos.

Pincha en capítulos y empieza a leer :)

lunes, 26 de julio de 2010

Capítulo 3: Some say.

SOME SAY

Habíamos parado a mitad del camino, en Alexandría, para comer algo. Solo comí media hamburguesa, no tenía mucho apetito. Mi padre paraba de devorar su comida por unos segundos para mirarme, pero decidió no volver a preguntar.

Solo pensaba en lo que podría estar pasando en la casa de Ariel, si le habría puesto la mano encima otra vez o si su hermano había cumplido su palabra de llevarla lejos. Sabía que ese verano sería aburrido y preocupante. Era el primero que pasaba sin estar a su lado, protegiéndola, porque ella es muy importante para mí, es la única persona (aparte de mi padre y mis abuelos) que se preocupa de verdad por mí. Es la que me ayuda con matemáticas, la que me enseñó a nadar después de tantos años sin practicar, la que se inventa excusas para cuando necesito salir de mi casa, estar sola, la que me aconseja,…Me siento mal por no contarle mi secreto.

Nos quedaban unas dos horas para que mi abuela me aplastara entre sus fuertes brazos y me enseñara la nueva colección de vestidos y zapatos que me había comprado, y que mi abuelo me llevara al Café du monde como cuando era pequeña, que la abuela me prepare un Po’boy y que el abuelo rete a papá a comerse un plato de jambalaya sin beber una sola vez. (Un día de estos compartirán habitación en el hospital, probablemente por haberse destrozado el estómago con tanto picante). Los echo de menos, pero no puedo evitar preocuparme por Ariel.

Un cartel azul tenía escrito “Bienvenido a Nueva Orleans” en blancas letras, entre flores y arbustos. Los edificios y los árboles pasaban a mi lado, me traían recuerdos de mi infancia y algunos sitios nuevos se grababan en mi mente. Pasamos al lado de Le pavillon y de algunos sitios más que había visitado de pequeña. Mi padre estaba atento a la carretera, tamborileando con los dedos en el volante, a los Beatles. Tarareaba Yellow Submarine, una canción que me cantaba de pequeña para dormirme. Sí, mi padre no era el mejor del mundo cuidándome, era un patoso, pero se esforzaba, me mostró su admiración y su amor desde pequeña, se quedaba horas contemplándome mientras dormía hasta que él caía rendido a mi lado con las últimas notas de Yellow Submarine en la boca. ¡Hasta un día se inventó una nana solo para mí!

-¿Papá, como era la nana que me cantabas de pequeña?

Sus dedos se pararon y sus ojos bañados en recuerdos, me miraron. Sus dedos, ya amarillentos por el tabaco que había fumado hace unos años, bajó el volumen de la radio.

-¿Aún te acuerdas? –preguntó con un brillo en los ojos.

-Esa canción me hacía soñar con cosas agradables, soñaba que nunca te alejarías de mí. –le miré a los ojos.- que pasara lo que pasara, siempre me apoyarías y tendrías tus brazos abiertos para dejarme llorar en tu hombro. ¿Cómo puedes pensar que la he olvidado?.

Mi padre frenó de golpe en el semáforo en rojo y tragó saliva. No estaba acostumbrado a tragar tanto amor en unos segundos. Hacía mucho tiempo que alguien no le decía algo bonito, algo como “te necesito” o “te quiero”, como esas simples palabras que hacen revolotear tu corazón.

-Pues…suponía que solo era una canción, que se te olvidaría con el tiempo.

Yo sonreí mirando por el parabrisas.

-Cántamela.

Arrancó el coche.

-No me acuerdo.

Cerré los ojos y me acurruqué más en el asiento.

-My little beauty girl, is sleeping in my arms, I hope she don’t awake, I hope she don’t go far. –empecé a cantar en susurros.

-My little beauty girl, is dreaming fairytales, I hope she love me so, love me forever. –siguió cantando.- My girl is so tall than she can reach the sky, my girl sleep with stars, my girl’s by my side. She’s my winter’s Summer, she’s my little gigant, she’s my coffee’s sugar, she’s my little beauty girl.

Su voz hizo que mis párpados pesaran cada vez más, durmiéndome con mi collar en la mano y el grabado de este en mis pupilas: Mi pequeña niña bonita.

martes, 13 de julio de 2010

Capítulo 2: Pain for pleasure. (Primera parte + Segunda parte)


Pain for pleasure.

El claxon sonó fuera unas cuantas veces.

-¡Ya voy! –grité.

Me puse la mochila al hombro y bajé las escaleras bufando. Me asomé a la puerta de la entrada, tapando mi cuerpo con ella.

-¿Por qué has tardado tanto? Venga sal, que nos vamos. –dijo mi padre, sacando la cabeza por la ventanilla del coche.

-Ahora voy, pero prométeme que no te reirás.

-¿Por qué? –una sonrisa asomaba en su cara.

-Prométemelo.

Respiró profundamente, pasó una mano por su cara y me miró con cara seria.

-Lo prometo, ahora sal que la abuela nos espera.

Suspiré y me llené de valor. Abrí la puerta de golpe y cerré los ojos mientras salía corriendo para subirme al coche, esperando que Jack no hubiera aparecido por allí a reclamar su chaqueta o…a visitarme.

Cuando ya estaba en el asiento viejo del coche, abrí los ojos por completo y miré a mi padre.

-Lo prometiste. –le miré enfurecida.

-Lo siento, cariño, –intentó guardar la compostura.-pero, ¿de qué vas vestida?.

Me miré otra vez.

-A la abuela no le gusta mi estilo, así que pensé en olvidarme de lo negro, los pinchos o cualquier cosa que pueda aumentar su presión cardiaca. –Le dediqué una sonrisa falsa y me puse el cinturón.- Ahora, arranca, no quiero que nadie me vea así.

Odiaba los vestidos que mi abuela me compraba. Eran demasiado largos o con estampados demasiado extravagantes o con volantes o todo al mismo tiempo, pero eso le hacía feliz.

 Mi padre arrancó el coche y dio marcha atrás. Los árboles se difuminaban a nuestro lado, formando un cuadro de verde y marrón. Recosté la cabeza y cerré los ojos por un momento. Me imaginé a Jack corriendo detrás del coche, gritando mi nombre, mi padre pararía, yo saldría y correría hacia sus brazos. 

Él me acariciaría con los pulgares las mejillas coloreadas y se iba acercando hacia a mí, cerrando poco a poco sus párpados y…

-¡¿Pero que coño hace corriendo detrás del coche?! –gritó mi padre, golpeando el volante y parando el coche.

Me mareé al erguirme tan rápido. Mi corazón estaba a punto de salir del pecho. Abrí la puerta del coche, empecé a correr y al momento me paré.

-¿Ariel?

Sus mejillas estaban rosadas y resaltaban en su pálida piel. Su flequillo estaba húmedo y abrazaba su frente, seguramente por el sudor. Se apoyó en sus rodillas, delante de mí, respirando agitadamente. Agitó un papel en su mano sin moverse ni un milímetro de esa posición.

-¿Qué es esto? –fruncí el ceño y ella agitó más rápido el papel sin fuerzas para hablar.

Cogí el papelito. Era una hoja de su libretita de cerezas, lo sabía porque tenía una dibujada en la esquina y olía a ellas. Miré extrañada la hoja.

-¿Por qué me das una dirección? –Le pregunté y volví a mirarlo- ¿y de Nueva Orleans?.

Se levantó y tragó aire como si fuera la última bocanada de oxígeno que hubiera en la tierra. Se abanicó con la mano y se secó el sudor de la frente con la camiseta, enseñando el piercing de su ombligo.

-Busca esa -respiró.- dirección y entonces sabrás porque te la doy.

Intenté reconocer el lugar que ella me indicaba en el papel, pero no me sonaba ni la calle. Tanto tiempo sin ir…

-Bueno, dame un abrazo. Tu abuela te raptará y a lo mejor no nos vemos en todo el verano. –Se acercó y me abrazó, humedeciéndome la ropa con su sudor, hice una mueca.- Aun que si cojo el coche de mi padre…

-Ni se te ocurra. –La interrumpí, separándola de mí y mirándola a los ojos.- ¿Ariel, porque lloras? ¿Qué pasa? –le acaricié el pelo, nerviosa.-  ¿Lo ha vuelto a hacer? ¿Te ha vuelto a pe…?

Su mano se posó en mis labios, sellándolos tan rápido que pensé que me ahogaría con mis palabras.

-Está ahí tu padre. –murmuró mientras señalaba, con un movimiento de cabeza, a mí padre apoyado contra el coche, impaciente por irse.

Ariel apartó la mano de mi boca y sonrió.

-Lloro por que este será el primer y último modelito primavera-verano que te veré poner. –me cogió de las manos y me echó hacia atrás para verme mejor. Se echó a reír.- Adoro a tu abuela, sobretodo por tener una nieta como tú.


Segunda parte
Canción (Haz click)




No pude evitar sonreír y ahogarla entre mis brazos, poco me importaba el sudor, solo quería abrazar a mi mejor amiga como si me fuera la vida en ello.

-Ay. –masculló, sabía que para que no la oyera.

La miré con ojos llorosos.

-¿Lo ha vuelto hacer, verdad?.

-No importa. Vete y disfruta de tus vacaciones. –me empujó hacia el coche con una sonrisa.

Yo me resistí.

-Papá, vengo ahora. –le dediqué una sonrisa, para que no se captaran mis lágrimas.

-Eso espero. –refunfuñó y se metió en el coche, encendiéndolo para que supiera que me daba solo unos minutos.

Cogí a Ariel por el brazo, (con cuidado, siempre con cuidado) y la llevé detrás de la marquesina que allí había. Levanté su camiseta, mientras ella miraba a otro lado para no tener que enfrentarse a mi mirada. Una gran mancha, más negra que morada, cubría su costado derecho. También tenía otras amarillas adornando su cuerpo y otras disimuladas con maquillaje(muy mal disimuladas, por cierto).

-Ariel…tenemos que hacer algo. No puedes dejar que tu padre siga haciendo esto.

-¿Y qué voy a hacer? –agachó la mirada y sus lágrimas se precipitaron al suelo, mientras se colocaba la camiseta.- Mi madre no quiere denunciar, dice que lo hace por nuestro bien.

-¡¿Por vuestro bien?! –bajé la voz al notar como una vecina me observaba.- Os pega, que más necesita para saber que tiene que denunciarlo.

-Summer, de verdad, déjalo, estoy bien. –dijo, intentando más auto convencerse que convencerme a mí.- Mi hermano me ayuda. Me ha dicho que dejará al ordenador de lado por un tiempo, para protegerme. Que me llevará de vacaciones a cualquier sitio, solo para alejarme de mi padre.

-¿Y lo va a permitir?

-Sí, Chris, es su preferido. –se limpió las lágrimas, manteniendo la sonrisa.- A él nunca le hace nada, pero me preocupa dejar sola a mi madre con él.

Su móvil comenzó a sonar. Metió la mano en su bolsillo y lo sacó.

-Mi padre. –susurró y descolgó.- ¿Sí, papá? Sí, sí, es que no encontraba la salsa de tomate.

La voz ronca de su padre pasaba los decibelios permitidos.

-Ahora, mismo pago y voy para casa. Está bien, voy ahora. –colgó y me miró.- Mi padre que quiere que vaya ya para casa…he oído a mi madre llorar.

Apretó las facciones de la cara para no permitirle el paso a las lágrimas y la arropé entre mis brazos (con mucho cuidado).

-Por favor, llámame todos los días, o no dormiré. –le pedí sin soltarla.

-Dear friend! Thanks for the best years of my life, -empezó a cantar nuestra canción.- I mean that, you have have there for every step of the way and I'm so happy to have found someone like you, cause without you I dont know what I would do(*). –noté como su cuerpo vibraba con sus sollozos, mientras cantaba.

-When times are hard, -seguí la canción.- when things go bad. Regardless, I am here. When your whole world is crumbling, I promise to stay near(**).

Las dos estábamos llorando como si fuera el último día juntas, como si nunca nos fuéramos a volver a ver.

-Te quiero. –sollocé.

-Yo más.

-Empate.

-Touché. –contestó e intenté reírme, ella me había enseñado esa palabra.


Estaba sentada en la playa, tomando un helado de pistacho, celebrando la partida de mi hermana. Mi sonrisa devoraba la masa helada del fruto seco, mientras imaginaba mi vida sin mi gemela. ¡Maravillosa!

Una sombra oscureció mi lugar. Una chica de melena azabache, vestida con una sudadera y unos vaqueros me miraba sonriente, esperanzada, no sé porque.

-El helado de chocolate y avellanas es mejor. –se sentó a mi lado, agarrándose las rodillas, observando el mar.

Yo me sorprendí. No pensé que iba alguien a interesarse por mí, por gastar su tiempo con hablar conmigo. Pero sonreí.

-El de pistacho y chocolate seguro que está buenísimo.

-Soy alérgica al pistacho. –contestó, sin mirarme.

-Ah. –dije, avergonzada.

Ella me miró y se echó a reír.

-El de chocolate y limón también está rico. –me dijo.

-Mmm, yo creo que está mejor el de chocolate y naranja.

Se quedó pensativa durante unos segundos y me miró sonriente.

-Touché.

-¿Qué?

-Touché. –volvió a repetir.- Se dice cuando estás debatiendo algo y la otra persona dice algo con lo que estás de acuerdo, entonces dices touché.

Comí un poco más de helado.

-Interesante. –la miré.- No tienes calor, estamos en verano.

Su sonrisa se borró y miró otra vez el mar.

-No, estoy bien. Gracias. –Se levantó con una mueca de dolor en la cara.- Me tengo que ir, gracias por el debate.

No daba crédito. ¿Le había molestado algo que había dicho?. Entonces, miré a donde había estado sentada. Había algo escrito en la arena.

“Ariel:  214-66-78-92”


-Por favor, Ariel, vente conmigo. Vente a Nueva Orleans. –le supliqué.

Ella agitó la cabeza hacia los lados y salió corriendo.

-¡Ariel! –intenté ir detrás de ella.

-¡Disfruta del viaje, te llamaré, no te preocupes por mí!

La observé mientras desaparecía entre las calles y me sobresalté con el claxon del coche. Me subí y mi padre me miró durante un momento.

-Has llorado. –no era una pregunta.- ¿Qué ha pasado? Siempre estáis tan misteriosas.

-No pasa nada, papá, no pasa nada.

Me puse el cinturón y apoyé la cabeza en el cristal.

-Con cuidado, -musité.- siempre con mucho cuidado.

-¿Has dicho algo? –preguntó mi padre, mientras arrancaba.

-Las muñecas de porcelana hay que tratarlas con cuidado, siempre con cuidado, o pronto se romperán.

Con eso, gané más puntos para que me llevara a un loquero.



Comentarrrrr! :)

sábado, 10 de julio de 2010

Y aquí el primer cap :3
El primer cap casi nunca es de lo más interesante, por eso no os desespereis y no dejeis de leer :) Comentar mucho :D




Summer.

-Por favor, vente a la fiesta.-me pidió Ariel con ojos suplicantes.- Estamos un rato y si nos aburrimos, nos vamos.


Yo le ignoraba, leyendo Julieta y Romeo por séptima vez. (¿O por octava?). Ella levantó la tapa del libro y suspiró al ver el título. Se miró las uñas verdes (¡Sí, verdes!) con actitud snob y dijo:


-Por cierto, estará tu Romeo.


Los ojos se me iluminaron, pero pronto esa chispa de esperanza se esfumó y mis pupilas se centraron otra vez en las tiernas palabras de Romeo.


-¿Y qué? Ni siquiera sabe mi nombre y vamos a la misma clase de español.


Ella miró para otro lado. Sabía que era verdad y yo también sabía cómo era ella y sabía que seguiría insistiendo.


-Hazlo por mí, por favor.-pestañeó repetidas veces, como si algo se le hubiera metido en el ojo.

Yo no existía para Jack. A él solo le interesaba la música y las animadoras. Algo típico en los tíos.


Sus manos solo existían para las cuerdas de su guitarra y sus ojos para el trasero de las animadoras (y algunas veces, las manos dejaban de lado a la guitarra para ayudar a los ojos.) Pero es que me encantaba ese chico. Pelo castaño cobrizo, ojos grises y esas diminutas pequitas que te dan ganas de besar una por una. Yo no existía para él. Pero, ¿Por qué seguir escondiéndome? ¿Por qué no ir al baile y divertirme con mi mejor amiga? ¡Dejemos a un lado los tíos!...al menos por esta noche.


-¡Está bien!- cerré de forma brusca mi libro (En realidad, se me está acabando el tiempo de préstamo de la biblioteca.), admitiendo la derrota.- Pero no tengo vestido.


-Tú, tranquila.- Ariel miró su reloj y los ojos se le agrandaron.- De tranquila nada solo quedan cinco horas para el baile.


-¿Solo? -pregunté irónicamente y me arrastró con ella a las puertas del infierno: Su armario.



El coche de Ariel era heredado de su abuelo. Su padre lo había arreglado (Aun que por los ruidos que hacía parecía sacado del desguace, bueno, y las abolladuras.) y ella lo había pintado de verde para darle algo de vida. El recogido que me había hecho chocaba contra el techo del coche y el vestido dejaba ver mis rodillas. Como odiaba que ella me vistiera…me hacía volver a parecerme a mi hermana. Y menos mal que le dije que me dejara maquillarme a mí y que me recogiera el pelo…porque si no sería otra vez un clon  de la perfecta Autumn, el otoño francés. Pero con el maquillaje y con las lentillas de color castaño, puedo sentirme yo, no una clonación, aun que sea para disimular algún lunar y el color de los ojos.


El coche frenó con dificultad, lanzándome hacia la guantera y una de las lentillas se me calló.


-¡Mierda, la lentilla!


Salí rápidamente del coche y me agaché para buscar por el suelo del coche. Palpé la alfombra a la luz de la luna, hallando solo piedras y algún líquido extraño. Hice una mueca mientras miraba mi mano pringada. Ariel dio la vuelta al coche y me levantó por un brazo, con su dedo índice tocó mi mejilla y luego me enseñó algo brillante en la punta de su dedo. La lentilla.


-¡Eh, quieta, la mancharás!-me advirtió cuando iba a cogerla.- Vete a lavarte las manos.-me aconsejó señalando con su fina mano la puerta del instituto.- Te acompaño.


Caminamos por los pasillos, Ariel saludando a algunos compañeros, yo con la cabeza gacha para que nadie advirtiera mi color real de ojos.


Ariel no sabía porque me cambiaba el color, ella pensaba que era solo porque me gustaba el color castaño. Nunca había pensado en contarle a alguien que tenía una hermana gemela. Todos sentirían curiosidad, querrían verla, conocerla, y cuando la vieran pensarían que es “El otoño francés” como mucha gente dice. Las gemelas Summer  y Autumn Brooks, pero siempre es ella la que está en boca  de todos, yo solo soy la hermana de Autumn.


¿Y por qué “Otoño francés”? Porque hace unos años mis padres se separaron, yo me quedé con mi padre, aquí en Shreveport, Louisiana y mi madre y Autumn se fueron a Francia, donde mi madre nació. Yo y mi padre nos parecemos mucho, al igual que ellas se parecen entre sí.


Mi padre y yo somos muy inocentes, infantiles y honestos. Ellas son avariciosas, superficiales y egoístas. A ver, no digo que sean unas personas horribles, pero nunca me han mostrado otra cosa. Por eso mi padre dejó a mi madre y yo decidí quedarme con él. Él no aguantaba a mi madre y yo no aguantaba a mi hermana. Y sí, me ha hecho tantas cosas que no quiero ni parecerme a ella. La odio. Odio ser su clon. No quiero ser como ella. Su ego crece haciendo daño a los demás, sobre todo a mí.


Ariel me hizo volver a la tierra haciendo sonar su dedo corazón con el pulgar.


-Tierra llamando a Summer. Brrr, brrr, ¿me recibes?-Ariel se tapó la boca con las manos para imitar el sonido de la radio.


-Sí, sí, lo siento, estaba pensando en…nada, olvídalo.-me acerqué al lavabo y abrí el grifo. El agua me mojó las manos convirtiéndose en un líquido marrón que se escapaba por el desagüe.


Se apoyó en el lavabo y cruzó los brazos sobre el pecho.


-¿En tu Romeo?-movió las cejas, divertida.


No podía negarle esa pregunta, aun que no fuera verdad, sino insistiría en saber que era lo que me tenía en las nubes, yo no aguantaría más y se lo contaría y con lo cotilla que es, querría ver una foto de Autumn y me estaría todo el rato recordando la existencia de mi hermana. Pero, mintiéndole, ¿estoy descartando el adjetivo de honesta que me adjudiqué antes, no?


-Exacto.


Esa respuesta contestó a las dos preguntas. Ella sonrió y luego suspiró.


-En serio, Summer, tienes que dejar esa obsesión por él.


-No es una obsesión.-cogí papel higiénico de uno de los servicios y me sequé las manos, ya que el secador se había estropeado hace tiempo.


-Pues olvida ya ese capricho.


-Ariel, déjalo.


Puede que fuera una obsesión, puede que fuera un capricho, pero no era capaz de olvidarlo. Todo empezó cuando llegué al instituto. Yo empezaba a vestirme de negro y a pintarme demasiado (todo para no parecerme a mi hermana.). Me dirigía hacia mi primera clase y entonces me golpeé contra algo. Era él. Pelo cobrizo como las estrellas oxidadas, sus intensos ojos claros y sus adorables pecas. Empecé a titubear y él solo sonrió. Me agaché a recoger los libros y nuestras manos se rozaron. Murmuré un ronco “Gracias” y intenté irme, pero siempre coincidíamos, así que él dijo “Esto parece sacado de una película. Por la derecha.” Me costó reaccionar.


Al alejarme, le miré de reojo y nuestras miradas se encontraron. Una película, todo aquello parecía de película. 
Después de eso, lo único que hubo, fueron miradas por mi parte.


Ariel no volvió a decir nada en el trayecto hacia el gimnasio. Se podía oír la música desde el pasillo y las luces de colores parpadeaban en el cristal de la puerta.


Chicas con cortos vestidos y chicos de traje, salían y entraban (ellos captando cada detalle del movimiento de los vestidos). Al entrar el humo invadió mis pulmones, pero no me dio tiempo a toser, porque Ariel ya tiraba de mí hacia la pista. Los ojos me comenzaron a picar y cada vez me ahogaba más. Respiré profundamente cuando me soltó. Me sentí un poco mejor.


-Venga, bailemos.


Ariel me agarró de la mano e hizo que diera una vuelta sobre mí misma. Ya me encontraba mal y ahora peor. Noté la garganta seca por el humo. Carraspeé y me vino una arcada. Me tapé la boca con la mano y con la otra acaricié mi barriga. Estaba claro, que las fiestas no eran lo mío.


-Vengo ahora, ¿quieres algo de beber?.-pregunté, levantando la voz por encima de la música.


No contestó y se perdió entre la gente. Suspiré y me acerqué a la mesa de mantel blanco, me eché un poco de limonada en un vaso de plástico y bebí. 


Otro y otro más. Cerré los ojos para calmar un poco el picor y me comí una patata frita.


-¿Me echas limonada, por favor?


Me sobresalté, tosiendo para liberar mi garganta de la patata y subí lentamente la mirada hasta encontrarme con la suya. Gris como un día nublado y una voz dulce como el azúcar.


-¿Me echas?-Su sonrisa resaltaba más que el mantel.
Sacudí la cabeza para salir de mi ensoñación.


-Sí, perdona.


Incliné la botella sobre su vaso y le miré. Era aún perfecto con la poca luz que había. Él apartó la mano rápidamente y vi que le había echado refresco por ella. Dejé la botella en la mesa y cogí una servilleta.


-Lo siento, lo siento mucho.
Le cogí la mano y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo.


-Ahora te lo seco.


Pasé la servilleta suavemente por su mano, atrapando cada gota de limón que bailaba sobre su dorada piel. Note su suavidad y las yemas de sus dedos estaban desgastadas por tocar la guitarra.


-Gracias.


Él me arrebató su mano y bajé la mirada avergonzada. De sus labios salió una pequeña risotada.


-Por cierto, ¿nos conocemos?.


Mis ojos lo miraron expectantes. Empezábamos bien, me recuerda.


-Vamos juntos a español.-recogí detrás de mi oreja el mechón de pelo que me tapaba la mirada.


-¡Ah, sí! Te sientas detrás de mí, ¿verdad? –Asentí.-Lo siento, es que no soy bueno con la memoria.


Se acarició la nuca, avergonzado. Me tapé la boca con la mano y me reí por lo bajo. ¡Era tan mono colorado!  Me daban ganas de acortar la distancia que nos separaba y abrazarlo muy fuerte, para que este momento no se acabara nunca.


-¿Quieres bailar?-me preguntó, mientras extendía su mano.


Noté como el corazón cabalgaba en mi pecho y mis mejillas estaban al rojo vivo.


-Es que…no sé bailar.


-No tengas vergüenza –rió.- Yo tampoco sé.


Su mano agarró la mía y me arrastró a la pista de baile. Las luces de distintos colores bailaban con nosotros, aun que ellas bailaban mejor. Reíamos y dábamos vueltas, saltábamos y movíamos la cintura. Hasta que llegó una lenta…Mis mejillas se colorearon.


-¿Bailas?


Nos acercamos poco a poco hasta que sus manos rodearon mi cintura y mi cabeza descansó sobre su hombro. Sin duda, aquella era la mejor noche de mi vida.




-Cuéntamelo otra vez –me pidió Ariel desde el otro lado de la línea.


-¡Pero si te lo he contado tres veces ya!


Estuvimos un rato hablando por el teléfono. Ella pidiéndome que se lo contara otra vez y yo contándoselo. Sus grititos eran tan molestos a través del teléfono como en persona.


Cuando colgó puse mi mini cadena en marcha. Empezó a sonar una de mis canciones preferidas de Sum 41, Underclass hero. Empecé a saltar, deshaciendo mi coleta con cada sacudida, la camiseta que usaba para dormir brincaba conmigo. Arriba, abajo, arriba, abajo.


Me lancé en la cama, recordando el contacto de sus labios en mi mejilla al traerme a casa y mi padre espiando por la ventana.


-No me gusta ese chico –fue lo primero que dijo al entrar por la puerta.-Me da mala espina.


Y ese recuerdo y el olor de su chaqueta sobre mis hombros hicieron que me durmiera.